Residuos electrónicos: un problema en aumento, agravado por la obsolescencia programada.
Fabricar un ordenador o un móvil, desde la producción de sus partes y elementos a la salida de fábrica tiene un impacto increíble sobre el medioambiente. Nos ha quedado claro. Sin embargo, el problema no termina aquí, ya que cuando acaba la vida de estos aparatos también tenemos un problema...
Cada vez se oye más (y con razón) hablar del serio problema de los residuos electrónicos (DEEE) y de la dificultad de recolectarlos y reciclarlos adecuadamente. En 2019 se produjeron más de 50 millones de toneladas (más de 6 toneladas de basura electrónica por hora). Esto quiere decir que los dispositivos electrónicos usados constituyen una de las mayores causas de residuos en el mundo. Esta tendencia, además, es exponencial: se espera que, si todo sigue así, se producirán unas 74 millones de toneladas de residuos electrónicos en 2030… Una barbaridad.
Sólo el 17,4% de estos residuos electrónicos son correctamente recolectados y reciclados. El resto se quema o abandona en vertederos comunes.
Muchos países se deshacen de los residuos que contienen sustancias tóxicas (arsénico, mercurio, cadmio, etc.) enviándolos a África o Asia, donde los vertederos ilegales se multiplican. En estos vertederos, trabajadores explotados arriesgan su vida al trabajar sin los medios y protecciones necesarios para la exposición a estas sustancias peligrosas, extrayendo de nuevo materiales reutilizables que se venden por un precio inferior al de los extraídos en la mina. Estos vertederos tienen consecuencias terribles tanto para la salud como para los ecosistemas del lugar.