
"Los Coleccionistas" es una nueva serie que celebra a esas comunidades íntimas que se forman alrededor de la tecnología y cómo estas familias alternativas ayudan a encender amistades y a mantener vivos dispositivos que se resisten a desaparecer. Para la Parte 1, James Balmont visitó el primer club de Tamagotchi de Londres, donde descubrió una comunidad de amantes de las mascotas digitales que comparten una afición que, para muchos, ha sido realmente transformadora.
En las zonas residenciales del bucólico Crouch Hill, en Londres, dentro de la discreta sala trasera de una iglesia —normalmente usada para clases de piano— tiene lugar un pequeño renacimiento de la retro-tecnología entre un puñado de aficionados entusiastas. Unidos por la nostalgia, el amor por el diseño y ese instinto casi inevitable de coleccionar, esta comunidad en crecimiento comparte una devoción absoluta por unas diminutas mascotas digitales que, para muchos, parecían haberse quedado en la imaginación de la infancia de los 90. Yo mismo pensaba que los Tamagotchi habían seguido el mismo destino que los Furbys y los monos marinos. Pero aquí, en el London Tamagotchi Club, están más vivos que nunca.
“Es una forma de conocer gente y hacer amigos con un propósito”, cuenta Freya, la fundadora del club, de 27 años. “Es todo un honor reunir a personas y crear un espacio donde puedan compartir lo que les gusta y disfrutar de sus aficiones con otros”. Para la cofundadora Sara, de 36 años, la sensación es la misma: “Cuando encontré la página de Freya en Instagram, le escribí al momento. Cuando descubres a gente que disfruta de las mismas aficiones que tú, sientes que estás en casa”.
El auge, la caída… y el regreso del Tamagotchi

Das Tamagotchi wurde erstmals 1996 auf den Markt gebracht.
Concebido originalmente por el fabricante de figuras de acción Bandai en 1996, este dispositivo de bolsillo de mascota virtual recibió su nombre de la combinación de las palabras japonesas para "huevo" (tamago) y "reloj" (uotchi). Su funcionamiento era sencillo: el usuario hacía nacer a una diminuta criatura pixelada a partir de un huevo en la pantalla LCD en blanco y negro, y cuidaba de ese pequeño ser cuadriculado usando los tres botones blanditos de la parte frontal. Una serie de pitidos regulares recordaba que la criatura necesitaba comida y limpieza constantes.
Si los cuidabas bien, evolucionaban a través de varias iteraciones apenas distintas entre sí. Pero si los descuidabas, el Tamagotchi moría sin más, dejando atrás un ángel, un fantasma o una tumba. Aquellos jóvenes aprendían una dolorosa lección temprana sobre la mortalidad gracias a estos diminutos aparatos de plástico… al menos hasta que pulsaban el botón de reinicio para empezar el ciclo de la vida desde cero.
Tamagotchi tardó menos de un año en convertirse en un fenómeno global. Cuando explotó su popularidad, los empleados de Bandai en Japón tuvieron prohibido llevar bolsas de la marca por miedo a los robos, mientras que en Reino Unido los colegios vetaron los Tamagotchi en clase por las distracciones que causaban (sin atención regular, las mascotas digitales podían morir en cuestión de horas). Ninguna de estas medidas frenó la venta de más de 40 millones de unidades en todo el mundo para la primavera de 1998. El programa Tomorrow’s World de la BBC declaró aquel año como "el año de la mascota virtual".
"Es bueno tener algo que depende de que yo lo alimente y sea feliz".
Pero en 1999 el éxito se desinfló: la demanda de Tamagotchis empezó a caer y Bandai se vio obligada a reestructurar la empresa. Para muchos de nosotros, ahí terminó la historia del Tamagotchi. Aun así, estas criaturas pixeladas y sorprendentemente resilientes protagonizaron un regreso inesperado con la llegada del nuevo milenio, manteniéndose en la conversación cultural… aunque ya no hicieran tanto ruido como a finales de los 90. A partir de 2004, los jugadores podían quedar, jugar, casarse e incluso criar gracias a la compatibilidad por infrarrojos de los Tamagotchi Connection. Mientras tanto, en Japón, el juego de Nintendo DS Tamagotchi Connection: Corner Shop superó el millón de copias vendidas.

Emily está orgullosa de ser miembro del primer club social Tamagotchi en Londres.
Dos películas llegaron en 2008 y 2009, antes de que la serie de anime Tamagotchi! diera lugar a 143 episodios entre 2009 y 2012. Para 2021, ya existían modelos de Tamagotchi concámaras integradas, pantallas LCD en color, funciones de smartwatche incluso colaboraciones con franquicias tan consolidadas como Star Wars, Sonic the Hedgehog y Jurassic World. Tras duplicarse las ventas globales entre 2022 y 2023, la BBC lanzó otra afirmación contundente en 2024: "Tamagotchi está viviendo un gran momento… otra vez".
El London Tamagotchi Club
El London Tamagotchi Club nació en 2024, después de que Freya —que vive en Hackney— descubriera online el Toronto Tamagotchi Club. Hoy, el "club insignia" canadiense presume de 3.500 seguidores en Instagram y sus encuentros reúnen a unas 50 personas cada vez. "Pensé: 'guau, imagina que hubiera tanta gente en Londres necesitando un sitio al que ir para conectar sus Tamagotchis'", cuenta Freya a Back Market. A partir de ahí, empezó a organizar eventos gratuitos cada dos meses, atrayendo a coleccionistas de todas las edades y perfiles de todo el Reino Unido.
El pequeño grupo reunido hoy ha traído un auténtico arsenal: desde reliquias vintage de la primera generación hasta coloridos modelos Tamagotchi Paradise, pasando por dispositivos derivados como Digimon (mascotas virtuales de combate que originalmente se comercializaron como la versión "para chicos" del Tamagotchi) o Littlest Pet Shop (LPS). Una de las asistentes incluso ha traído un Nokia N73 reconvertido para la ocasión, aprovechado —me explican— por sus capacidades de infrarrojos. La cofundadora Sara no ha podido venir hoy… y quizá por una buena razón. La dueña de una pizzería, ahora instalada en Italia, afirma por videollamada: "Tengo más de 200 dispositivos. No tengo ni espacio para ponerlos todos y contarlos".
Entonces, ¿qué es lo que hace que el Tamagotchi siga siendo tan especial para estos fanáticos? Como era de esperar, la nostalgia juega un papel enorme: la mayoría descubrió estos juguetes cuando eran niños. Emily ha traído su primer modelo: un dispositivo con carcasa rosa que su padre le regaló por su quinto cumpleaños. En cierto modo, es casi como si hubiera traído a su "niña interior" en un objeto tangible.
Otros miembros están unidos por pequeños traumas de la infancia: Vicky, graduada en animación y hoy trabajando para marcas como Ferrari y Adidas, perdió su primer Tamagotchi en el garaje cuando era niña. Lila, recién llegada y estudiante finlandesa de 22 años, cuenta que quedó marcada después de que uno se le cayera a un lago y lo dejara "gritando" bajo el agua. Pero el fandom va mucho más allá de ese vínculo con la infancia.

Vicky posee un Tamagotchi raro, que describe como una colaboración entre Bandai y un programa de juegos de televisión japonés.
Diseño y jugabilidad: "Hay un modelo para cada persona"
Para muchos, la jugabilidad y los gráficos primitivos despertaron una fascinación temprana por la tecnología y siguen siendo un paso fundamental para entender los medios interactivos actuales. Tanto Mark como Emily enseñan diseño de videojuegos en colegios y universidades y valoran estos dispositivos por su sencillez. "A muchos estudiantes les encanta la tecnología antigua, como las PlayStation o las consolas Sega Genesis de 16 bits", explica ella. "Jugamos a un título, analizamos sus gráficos y su jugabilidad, y vemos cómo consigue enganchar al público".
Freya también encuentra inspiradores los diseños de la serie original: "Solo tienen pantallas en negro y verde, y el personaje es completamente pixelado, así que tienes que usar la imaginación para visualizar cómo sería en realidad". Y no es la única admiradora. El mismísimo Shigeru Miyamoto, antigua figura clave de Nintendo, reconoció en su día el increíble impacto que los Tamagotchi tuvieron en el mercado del videojuego (de hecho, los juegos portátiles de monstruos de bolsillo de Nintendo —Pokémon Red y Green— debutaron el mismo año que el Tamagotchi, y las entregas de Game Boy vendieron un millón de copias en sus primeros seis meses). "Mientras nosotros estábamos atascados hablando de los espectaculares gráficos en 3D de Mario 64, vimos el gran éxito de Tamagotchi: un diminuto llavero con imágenes hechas con no más de 10 o 20 puntos", dijo Miyamoto durante una conferencia en California en 1999. "En aquel momento pensé que Mario 64 había perdido contra Tamagotchi. Lo digo totalmente en serio".

Las mesas de este club social están llenas de todo tipo de artículos Tamagotchi.
Con la enorme variedad actual de diseños de carcasa, combinaciones de colores y modelos, el afán coleccionista —igual que pasa con los sellos, las camisetas de fútbol o incluso las zapatillas— sigue siendo uno de los grandes atractivos para la comunidad. "Todos los colores y diseños son una pasada", continúa Freya, enumerando entre los suyos estampados de vaca en blanco y negro, tréboles verdes de cuatro hojas, girasoles, pavos reales y versiones en forma de vidriera. Por su parte, existen modelos raros, como el que tiene Vicky: una colaboración exclusiva para Japón entre Bandai y un famoso programa de TV sobre videojuegos. También está el de Mark: un Devilgotchi, valorado en 300 euros. Este último es una edición limitada de 1998 con "estatus legendario" a día de hoy. "Para mí es mitad estética y mitad jugabilidad", dice Lila. "Hay un modelo para todo el mundo, y disfruto muchísimo coleccionando las carcasas".
Cuidar sin consecuencias
En otro momento, uno de los asistentes comenta que ha mantenido con "vida" su dispositivo durante la impresionante cifra de 900 días: una muestra del afán por cuidar que comparten muchos de estos coleccionistas. "Siempre me han encantado los animales y cuidar de las cosas, así que el Tamagotchi conectó enseguida con mi lado más protector", explica Freya, que hoy trabaja como matrona en el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido. "Está bien tener algo que depende de mí para estar alimentado y contento, pero sin la responsabilidad real. Si me salto una de sus comidas porque estoy de turno de noche, o si mi agenda es un caos, no pasa nada en la vida real". De hecho, cuando la "caca" del Tamagotchi se ha convertido en tema de conversación en la mesa, agradezco profundamente la ausencia de malos olores y limpiezas engorrosas.
En cualquier caso, tener una mascota digital hoy en día trae una ventaja adicional. No solo funciona como un accesorio divertido —como explica Vicky, señalando una mesa llena de pins, lanyards, pegatinas y bolsas personalizadas de Tamagotchi—, sino que también ayuda a reducir el tiempo frente a pantallas, ya sea en redes sociales o en consolas. "Estuve enganchado a Pokémon Go durante mucho tiempo", cuenta Mark, "pero quería alejarme del móvil. Sentía que solo estaba matando neuronas". Además, las reuniones presenciales ponen de manifiesto un valioso componente social del fandom y cómo la tecnología puede servir de trampolín para crear auténtico espíritu de comunidad.
"La soledad es un problema importante en Londres", dice Freya. "Y para las personas neurodivergentes como yo, socializar puede resultar bastante complicado. Poder reunirte con gente que no solo está interesada en lo mismo que tú, sino que además es igual de torpe socialmente, es realmente agradable". Sara siente lo mismo: "En cada encuentro, incluso más allá del Tamagotchi, sientes que has encontrado a personas parecidas a ti. Y todo gracias a este pequeño juguete".

Todas las fotografías fueron tomadas por Sam Dearden.
Los pequeños juguetes que se resisten a morir
Mientras el London Tamagotchi Club se convierte en una auténtica orquesta de pitidos y sonidos electrónicos, noto cada vez más cabezas asomándose con curiosidad desde la sala de al lado. La curiosidad es comprensible. En Instagram, decenas de clubes de Tamagotchi afines han abierto ya —desde Nueva York y Chile hasta Polonia y Singapur—, mientras que el subreddit de Tamagotchi reúne a casi 100.000 seguidores. Incluso idols del K-Pop comoLISA están publicando contenido de Tamagotchi en redes, una señal de que un regreso al mainstream podría estar a la vuelta de la esquina.
En el mundo del Tamagotchi y de sus coleccionistas, el ciclo de la vida se repite una y otra vez. Pero la cultura que los rodea crece de forma igual de exponencial. Del mismo modo que los asistentes en Crouch Hill han reunido decenas de dispositivos de formas peculiares y detalles minuciosos, estas diminutas mascotas de bolsillo están creando vínculos entre personas completamente distintas entre sí, igual que lo hicieron en los patios del colegio hace casi tres décadas. Parece que incluso la "vida" más efímera puede dejar un impacto duradero y significativo. Así que no te sorprendas si esta tendencia se niega a desaparecer… al fin y al cabo, ¿por qué debería?









